jueves, 28 de mayo de 2015

EL AMOR

Lo que más duele no es enamorarse ni sentir que te despedazan cuando te abandona, lo que duele es haber entregado una parte de ti que no va a volver. 
Uno piensa que el amor es un juego de niños, que podemos jugar a enamorarnos y salir ilesos, pero nadie está allí para curarte las heridas cuando realmente quema. 
El amor quema en dos sentidos: quema cuando estás en el paraíso pero lo que no sabes es que estás al borde del precipicio. Quema cuando no hay nada más allí para quemar. Quema cuando no queda más vida que arrancar. 
Porque las personas que son suficientemente inteligentes luchan para no enamorarse. Aunque el amor no se trata de eso, no. Se trata de apostar y perderlo todo, porque eso es lo que sucede. Muchos pensarán que soy fatalista, pero no tengo razones para no serlo. 
La vida es injusta. Nadie quiere saber el final de ésta vida, pero si pudieras, ¿no querrías averiguar el fin de la historia?  
Porque estamos tan obsesionados en buscar un amor falso, poco duradero y plástico, que no vemos lo que realmente importa. El amor no es ese que te pintas las películas y que sucede espontáneamente. Créeme, lo he buscado. Nunca digas nunca. Pero si realmente crees eso, no sabes lo que realmente es nadar contra la marea.  
Este mundo está lleno de acciones que no llevan a ningún lado. No llevan al amor ni tampoco a la felicidad. 
El amor no vuelve como lo era al principio. Las segundas oportunidades existen, pero uno nunca es el mismo. Porque amar duele y quema. Por ello, la cicatriz que deja es duradera. El dolor pasa, pero el fuego queda. Y el fuego nunca será olvidado ni extinguido totalmente. Como el amor, el fuego nunca terminará.

REFLEXIÓN POR MARIANA C.

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