Lo
que más duele no es enamorarse ni sentir que te despedazan cuando te abandona,
lo que duele es haber entregado una parte de ti que no va a volver.
Uno piensa que
el amor es un juego de niños, que podemos jugar a enamorarnos y salir ilesos,
pero nadie está allí para curarte las heridas cuando realmente quema.
El amor quema en
dos sentidos: quema cuando estás en el paraíso pero lo que no sabes es que estás al borde del precipicio. Quema cuando no hay nada más
allí para quemar. Quema cuando no queda más vida que arrancar.
Porque las
personas que son suficientemente inteligentes luchan para no
enamorarse. Aunque el amor no se trata de eso, no. Se trata de apostar y perderlo todo, porque eso es lo que sucede.
Muchos pensarán que soy fatalista, pero no tengo razones para no serlo.
La vida es
injusta. Nadie quiere saber el final de ésta vida, pero si pudieras, ¿no
querrías averiguar el fin de la historia?
Porque estamos
tan obsesionados en buscar un amor falso, poco duradero y plástico, que no
vemos lo que realmente importa. El amor no es ese que te pintas las películas y
que sucede espontáneamente. Créeme, lo he buscado. Nunca digas nunca. Pero si
realmente crees eso, no sabes lo que realmente es nadar contra la marea.
Este mundo está
lleno de acciones que no llevan a ningún lado. No llevan al amor ni tampoco a
la felicidad.
El amor no
vuelve como lo era al principio. Las segundas oportunidades existen, pero uno
nunca es el mismo. Porque amar duele y quema. Por ello, la cicatriz que deja es
duradera. El dolor pasa, pero el fuego queda. Y el fuego nunca será olvidado ni
extinguido totalmente. Como el amor, el fuego nunca terminará.
REFLEXIÓN POR MARIANA C.